Una vez había dos bebés, una niña y un niño, llamados María y Lucas. Ellos eran hermanos y eran muy buenos amigos. Siempre estaban juntos y compartían buenos momentos. Un día, mientras estaban jugando en la casa, escucharon un ruido muy extraño.

Lucas se asomó por la ventana y vio una carreta que volaba sobre la luna. Estaba llena de luces brillantes y extraños objetos. Los dos hermanos quedaron muy asombrados.

Entonces, María y Lucas decidieron subir a la carreta y ver adónde los llevaba. De repente, la carreta se elevó y comenzó a volar por el cielo. Los dos bebés estaban muy emocionados.

Durante el viaje, vieron muchas cosas maravillosas. También se encontraron con un duende que les contó una historia sobre un reino muy lejano, donde los niños eran muy felices y siempre estaban rodeados de magia.

Cuando el duende terminó de contarles la historia, les dio una misteriosa bolsa. María y Lucas la abrieron y descubrieron que dentro había una variedad de dulces, juguetes y adornos.

Los bebés estaban tan emocionados que decidieron seguir el consejo del duende y fueron al reino mágico. Cuando llegaron allí, vieron todo tipo de cosas maravillosas, desde animales mágicos hasta una variedad de hermosos arcoíris.

Los niños pasaron allí un día entero, jugando y explorando. Se encontraron con muchos seres mágicos y escucharon muchas maravillosas historias. Al atardecer, regresaron a su casa con una sonrisa en el rostro.

Esta aventura fue una experiencia única para los bebés. Aprendieron mucho de ella y comprendieron que la magia existe en todas partes. Les enseñó que si se espera con paciencia y se busca con empeño, se pueden encontrar cosas maravillosas.

Aunque los hermanos ya no pueden volver al reino mágico, siempre recordarán esa aventura encantadora. Se convirtió en un cuento inolvidable que les habla de la magia que existe en la vida y de los maravillosos tesoros que se pueden descubrir si se buscan con empeño.

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